septiembre 10, 2003
La Profe no deja de leer El Defensor
"Los Muchos libros
En este olimpo de monstruos hay uno tan grande como el que más, el monstruo de la cantidad. Él es el que nos invita a resbalar hacia la catástrofe, poniéndonos a los pies de ese deslizadero, esa falaz ecuación: más igual a mejor. Ajustémonos a semejante insidia, y la vida del hombre consistirá en aumentar y no en mejorar, en acrecentar, no en perfeccionar. Don Juan contra Don Quijote: la lista de las mujeres conquistadas, el número, sin nombres, las cualquieras, contra la mujer de perfección, contra la única, la súper Aldonza, Dulcinea, que podría cantar, si no es irreverencia, las palabras de la zarzuela: "yo no soy una cualquiera". El ser humano contemporáneo tiende a realizarse en el número, por donde quiera que se mire; la forma que en él toma la lucha con destino que es una pugna con los números. Y así, en el orden de la cultura intelectual, se encuentra en una de las tantas vías muertas, de su propia hechura: perdido, extraviado entre los libros. Quiere decirse, entre lo que los libros tienen dentro: las ideas, las teorías, los poemas, las relaciones, todos los productos escritos, ya sabios, ya primorosos, de la experiencia humana, la cultura. El hombre está perdido en el centro de la cultura. Y es, como nunca, monstruo de su laberinto, el laberinto de lo monstruoso. Quizá se tílde de bárbaro a cualquiera que se atreva a insinuar que la superabundancia de libros, sin más, puede ser tan lesiva para la cultura como su escasez. Consuele, en este caso, el tener por precedente de nuestra barbarie, nada que hace ya un siglo, a Edgar Allan Poe, que escribía en su libro Marginalia:"La enorme multiplicación de libros, de todas las ramas del conocimiento, es uno de los mayores males de nuestra época." Pero es un hecho que la copiosidad creciente de material impreso que solicita a diario nuestra atención y nos hace llamadas a gritos -los colorines de las portadas chillonas- desde los escaparates, coloca al hombre culto moderno en un apuro: ¿cómo entendérselas con esa multiplicidad?..."
Si quieren saber su respuesta y conocer el resto de este brillante ensayo: Defensa de la lectura, del maestro Pedro Salinas. No dejen de leer El Defensor, que reúne además cuatro textos de igual belleza literaria y brillo intelectual: Defensa de la Carta Misiva; Defensa de la minoria literaria; Defensa, implícita, de los viejos analfabetos y Defensa del lenguaje. Un corolario arrobador a su obra poética. Y que puede conseguirse prologado por uno de sus admiradores ilustres, el escritor Julian Marías.
En este olimpo de monstruos hay uno tan grande como el que más, el monstruo de la cantidad. Él es el que nos invita a resbalar hacia la catástrofe, poniéndonos a los pies de ese deslizadero, esa falaz ecuación: más igual a mejor. Ajustémonos a semejante insidia, y la vida del hombre consistirá en aumentar y no en mejorar, en acrecentar, no en perfeccionar. Don Juan contra Don Quijote: la lista de las mujeres conquistadas, el número, sin nombres, las cualquieras, contra la mujer de perfección, contra la única, la súper Aldonza, Dulcinea, que podría cantar, si no es irreverencia, las palabras de la zarzuela: "yo no soy una cualquiera". El ser humano contemporáneo tiende a realizarse en el número, por donde quiera que se mire; la forma que en él toma la lucha con destino que es una pugna con los números. Y así, en el orden de la cultura intelectual, se encuentra en una de las tantas vías muertas, de su propia hechura: perdido, extraviado entre los libros. Quiere decirse, entre lo que los libros tienen dentro: las ideas, las teorías, los poemas, las relaciones, todos los productos escritos, ya sabios, ya primorosos, de la experiencia humana, la cultura. El hombre está perdido en el centro de la cultura. Y es, como nunca, monstruo de su laberinto, el laberinto de lo monstruoso. Quizá se tílde de bárbaro a cualquiera que se atreva a insinuar que la superabundancia de libros, sin más, puede ser tan lesiva para la cultura como su escasez. Consuele, en este caso, el tener por precedente de nuestra barbarie, nada que hace ya un siglo, a Edgar Allan Poe, que escribía en su libro Marginalia:"La enorme multiplicación de libros, de todas las ramas del conocimiento, es uno de los mayores males de nuestra época." Pero es un hecho que la copiosidad creciente de material impreso que solicita a diario nuestra atención y nos hace llamadas a gritos -los colorines de las portadas chillonas- desde los escaparates, coloca al hombre culto moderno en un apuro: ¿cómo entendérselas con esa multiplicidad?..."
Si quieren saber su respuesta y conocer el resto de este brillante ensayo: Defensa de la lectura, del maestro Pedro Salinas. No dejen de leer El Defensor, que reúne además cuatro textos de igual belleza literaria y brillo intelectual: Defensa de la Carta Misiva; Defensa de la minoria literaria; Defensa, implícita, de los viejos analfabetos y Defensa del lenguaje. Un corolario arrobador a su obra poética. Y que puede conseguirse prologado por uno de sus admiradores ilustres, el escritor Julian Marías.
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